El conflicto entre Inglaterra y EEUU por el té con sal
Michelle Francl, del Bryn Mawr College afirma que el té con sal es fuerte, pero puede "moderar la percepción de amargor".

Una química estadounidense sugiere agregar una pizca de sal al té para reducir su amargor, pero su idea provoca el rechazo y la indignación de los británicos, que consideran el té como parte de su identidad y su cultura
El Té con sal se convirtió en una receta controvertida y polémica
El miércoles 24 de enero de 2024, se publicó en el Reino Unido el libro “Steeped: The Chemistry of Tea” (Empapada: La química del té), escrito por la química estadounidense Michelle Francl, profesora del Bryn Mawr College de Pensilvania. En el libro, la autora explica los procesos químicos que intervienen en la preparación y el consumo del té, y ofrece consejos y trucos para obtener una taza perfecta. Sin embargo, uno de sus consejos causó una gran polémica y controversia entre los británicos, que son los mayores consumidores de té del mundo. Se trata de la sugerencia de añadir una pizca de sal al té para moderar la percepción de amargor, ya que el sodio bloquea los receptores del sabor amargo en la boca.
La idea de poner sal al té fue considerada como una aberración y una ofensa por muchos británicos, que tienen una forma tradicional y casi sagrada de preparar y beber el té. Según la costumbre británica, el té se hace con agua muy caliente (pero no hirviendo) que se vierte sobre una bolsita de té en una taza, y se le añade leche fría y, opcionalmente, azúcar. Cualquier otra variación o adición se considera una herejía o una falta de respeto. La propuesta de Francl fue recibida con incredulidad, burla e ira por parte de los medios de comunicación, las redes sociales y las personalidades públicas del Reino Unido, que la calificaron de “locura”, “crimen” o «traición».

Una reacción diplomática que parece un mal chiste
La polémica receta de té con sal llegó a tal punto que incluso provocó una reacción diplomática por parte de la embajada de Estados Unidos en Londres, que emitió un comunicado al respecto. En el comunicado, la embajada afirmó que los informes sobre la receta de la profesora estadounidense habían puesto en “agua caliente” la relación especial entre el Reino Unido y Estados Unidos, y que no podían quedarse callados ante una propuesta tan escandalosa que amenazaba los cimientos de su alianza. La embajada aclaró que añadir sal al té no era una política oficial de Estados Unidos y nunca lo sería, y que el té era el elixir de la camaradería y el vínculo sagrado que unía a las dos naciones. La embajada también aseguró que seguiría haciendo el té de la forma correcta: calentándolo en el microondas.
El comunicado de la embajada fue recibido con humor e ironía por parte de los británicos, que se burlaron de la forma de hacer el té de los estadounidenses, que consideran igualmente sacrílega. El gobierno británico también se sumó a la broma, y dijo que apreciaban su relación especial con Estados Unidos, pero que expresaban su total desacuerdo. Afirmó que el té solo se podía hacer en una tetera, y que cualquier otra forma era inaceptable. Y también invitó a los estadounidenses a visitar el Reino Unido para aprender a hacer el té correctamente.
Un desafío para la diplomacia generacional por la salud y la tradición
El conflicto entre Inglaterra y Estados Unidos por el té con sal de Michelle Francl representa un desafío para la ciencia y la cultura, que a menudo entran en conflicto por cuestiones de gustos y tradiciones. La química estadounidense basó su propuesta en el conocimiento científico y en la experimentación, y dijo que había consultado más de 500 textos para dar con la fórmula ideal. Francl defendió su idea y dijo que no se había imaginado que causaría tanto revuelo, y que solo quería ilustrar la importancia de la química en la vida cotidiana. Francl invitó a los británicos a probar su receta y a ver si notaban la diferencia.
Los británicos, por su parte, basaron su rechazo en el sentimiento cultural y en la identidad. Señalaron que el té era parte de su historia y de su forma de ser, y que no admitía cambios ni innovaciones. Ahora afirman que su forma de hacer el té era la mejor y la única. Y que no necesitaban consejos ni lecciones de nadie, menos de los estadounidenses. Tambien se mostraron orgullosos y celosos de su tradición y de su ritual. Afirmando que el té era una cuestión de gusto y de respeto.