
El pasado 25 de noviembre, la selección venezolana de fútbol vivió una pesadilla en su visita a Perú. Mientras disputaba un partido de las eliminatorias sudamericanas para el Mundial de Norteamérica 2026. Los jugadores y el cuerpo técnico fueron víctimas de agresiones de la policía dentro del estadio. Además de xenofobia y secuestro por parte de las autoridades peruanas, poniendo en riesgo su integridad física y emocional.
La selección venezolana de fútbol terminó el año 2023 con un sabor amargo. Tras su visita a Perú para jugar el partido de las eliminatorias sudamericanas para el Mundial de Norteamérica 2026. La Conmebol hasta el momento, sólo emitió un comunicado afirmando, su incapacidad y lavando sus manos ante el hecho.
Los integrantes de la Vinotinto intentaron acercarse al graderío de los hinchas venezolanos, pero los agentes se lo impidieron y se produjo un altercado. Las imágenes compartidas en las redes sociales muestran que: tras el pitazo final, los jugadores venezolanos se dirigieron sobre el terreno de juego hacia el graderío para celebrar el resultado con sus hinchas en el Estadio Nacional.
Pero la Policía del Perú trató de impedirlo. La estrella de la Vinotinto, Salomón Rondón llegó a saltar el cerco para lanzar su camiseta con el número 23. Pero, acto seguido los agentes empezaron a advertir y a empujar a los venezolanos hacia el césped. Tras la queja de los deportistas, hubo empujones y los agentes arremetieron con las macanas a golpearlos.
Los futbolistas denunciaron que fueron insultados, amenazados y humillados por los agentes. Se les confiscaron los pasaportes y les hicieron pruebas de antígenos sin respetar las medidas de bioseguridad. Además, afirmaron que fueron agredidos físicamente por los policías en el estadio Nacional de Lima. Allí mismo, donde se disputó el encuentro, que terminó con un empate 1-1.

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Los jugadores también sufrieron el acoso y la hostilidad de los fanáticos peruanos, que los abuchearon e insultaron antes y después del partido. Algunos incluso les lanzaron objetos y escupitajos, sin que la seguridad del estadio interviniera. Los venezolanos tuvieron que soportar consignas xenófobas y ofensivas, como “fuera venecos”, “váyanse a su país” y “no los queremos aquí”.
La pesadilla no terminó ahí, sino que se prolongó en el aeropuerto, donde la delegación Vinotinto tuvo que esperar más de cuatro horas para poder salir del país. Debido a que la policía no les devolvió los pasaportes hasta el último momento. Mientras, el avión que los trasladaría a Venezuela tuvo que hacer una espera para reabastecerse de combustible.
Estos hechos no solo evidencian una falta de respeto y de fair play por parte de las autoridades y los fanáticos peruanos. Sino que también reflejan el clima de xenofobia y discriminación que sufren los migrantes venezolanos en el país andino, que alberga a más de un millón de ellos.
Según un informe del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú, los estereotipos y los prejuicios hacia las personas venezolanas se consolidan en su dimensión negativa. Lo que las expone a actos discriminatorios que pueden alcanzar niveles de violencia, acoso, discriminación o explotación.
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El informe señala que las acciones del Estado peruano no incorporan el problema de la creciente xenofobia en el diseño y la implementación de sus políticas públicas. Ni de lucha contra la discriminación, ni de ningún otro tipo. Y en lugar de mostrar los colores del juego y las banderas deportivas, sólo mostraron sus verdaderos colores, aberrantes y violentos. Utilizando a los migrantes para ocultar sus deficiencias e incapacidades.
Las medidas adoptadas no se ajustan a la especial vulnerabilidad de la población venezolana. Por ello, recomienda visibilizar la discriminación por nacionalidad, promover la integración social y cultural, fortalecer los mecanismos de protección de los derechos humanos y sancionar los actos de xenofobia y violencia.
La agresión policial contra la selección venezolana de fútbol no solo daño la imagen de Perú como país anfitrión y como miembro de la comunidad internacional. Sino que también evidencia la urgencia de abordar el problema de la xenofobia y la discriminación en el país. Solo en un país donde todas y todos puedan vivir con dignidad y respeto, se puede lograr el desarrollo y el bienestar social.