Un idioma paralelo nacido del miedo al algoritmo

En las redes sociales circula la idea de que existe una lista secreta de palabras prohibidas. Aunque las plataformas lo niegan, millones de usuarios han creado un lenguaje alternativo para evitar que sus publicaciones sean penalizadas. Así nació el fenómeno conocido como Algospeak.
En este código informal, “unalived” sustituye a killed, las armas se llaman pew pews y el sexo se convierte en seggs. Los propios usuarios admiten que suena ridículo, pero creen que es la única forma de que sus contenidos no desaparezcan del feed.
Lo que dicen las plataformas.
YouTube, Meta y TikTok insisten en que no existe una lista de palabras prohibidas. Según sus portavoces, los algoritmos valoran el contexto y solo eliminan publicaciones que infringen normas comunitarias. Sin embargo, la historia muestra que estas empresas sí han manipulado la visibilidad de ciertos contenidos, lo que alimenta la desconfianza.
Autocensura y ambigüedad.
La incertidumbre sobre qué impulsa o hunde un video ha generado un régimen de autocensura. Algunos creadores suavizan su lenguaje para hablar de temas delicados, mientras otros evitan directamente ciertos asuntos. El resultado es que parte del público nunca llega a escuchar determinadas ideas.
El caso de Alex Pearlman.
El comediante y creador Alex Pearlman asegura que la censura algorítmica es constante en su trabajo. Afirma que mencionar “YouTube” en TikTok reduce el alcance de sus videos y que varios contenidos sobre Jeffrey Epstein fueron eliminados sin explicación. Sus apelaciones fueron rechazadas y recibió sanciones que afectaron su monetización.
El “festival de música” que nunca existió.
En 2025, miles de usuarios comenzaron a hablar de un supuesto festival en Los Ángeles para referirse en realidad a protestas contra redadas del ICE. No había pruebas de censura directa, pero el miedo a los algoritmos llevó a los creadores a disfrazar la información. El término se volvió viral y reforzó la idea de que las plataformas ocultaban la noticia.
El imaginario algorítmico.
Expertos llaman a este fenómeno “imaginario algorítmico”: los usuarios modifican su comportamiento según lo que creen que los algoritmos censuran, aunque esas creencias no siempre sean correctas. Paradójicamente, esa autocensura termina moldeando el propio sistema y cambiando la forma en que circula la información en internet.




