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Una elección marcada por la incertidumbre y el peso del nuevo electorado

Este 16 de noviembre, Chile vivirá unas elecciones presidenciales inéditas. Por primera vez, el voto será obligatorio y la inscripción automática, lo que incorpora entre cinco y seis millones de nuevos votantes al padrón. Se trata de ciudadanos que, hasta ahora, no participaban en los procesos electorales y que ahora deberán acudir a las urnas bajo sanción económica si no lo hacen.


Este cambio no solo amplía el universo electoral: introduce un nivel de incertidumbre sin precedentes. ¿Cómo votarán estos electores? ¿Qué nivel de información política manejan? ¿Responderán a los discursos tradicionales o buscarán opciones disruptivas?


Un escenario político fragmentado.
La centroizquierda, que respaldó al presidente Gabriel Boric, presenta por primera vez a una candidata comunista: Jeannette Jara. En la vereda opuesta, la derecha llega dividida en tres frentes. Evelyn Matthei representa el sector tradicional; José Antonio Kast lidera la derecha dura; y Johannes Kaiser encarna una ultraderecha libertaria emergente.


Las encuestas previas al periodo de veda apuntaban a un posible balotaje entre Jara y Kast el 14 de diciembre. Sin embargo, con millones de nuevos votantes en juego, los pronósticos se vuelven más frágiles.


El peso del votante forzado.
Analistas coinciden en que el “votante obligado” será el gran protagonista de esta elección. Su comportamiento es difícil de anticipar: muchos no tienen afiliación política clara, y su participación podría alterar los equilibrios tradicionales. Para los candidatos, esto representa tanto una oportunidad como un desafío: deben conectar con un electorado más amplio, diverso y, en muchos casos, desinteresado o escéptico.

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