La cerveza como indicador de la inflación
¿Cuánto está afectando la inflación en Latinoamérica, tomar una cerveza?
Tomar una cerveza al final del día, luego de una larga jornada bajo el sol de unos de los países latinoamericanos, parece cosa cotidiana. Pero la pandemia, la guerra y la inflación, cambian la cotidianidad en toda la región. Parecen cosas distintas, pero están estrechamente ligadas, y en América Latina muchos países están empezando a sufrir las consecuencias de los precios cada vez más altos.
En los inicios de 2022, la CEPAL entregó un informe donde detallaba cómo la pandemia del coronavirus aumentó los índices de pobreza en América Latina. Lo que llevó a que más de cinco millones de personas pasaran a engrosar la lista de «pobreza extrema”. En el corto plazo, la pandemia cortó las cadenas de suministros, lo que también catapultó a la cerveza. Pero, eso no acabó allí.
Millones de latinoamericanos, ya no pueden satisfacer sus necesidades básicas de alimentación. Un escenario terrible que está lejos de mejorar, pues la guerra entre Rusia y Ucrania, provocó otro terremoto económico, que afectó a la cerveza y a todo el mundo. Por lo que, la región no se podrá salvará de sus efectos.
En este caso, sólo hablamos de la cerveza, una de las bebidas fermentadas más antiguas de la humanidad. Refrescante, fácil de conseguir y relativamente económica, no es de extrañar que hoy en día sea la bebida alcohólica más popular a nivel mundial. Aun así, el precio a pagar por una cerveza fría puede variar bastante dependiendo de la ciudad y el establecimiento donde se adquiera.
La cerveza popular en todo el planeta, puede mostrar la desigualdad, con que la inflación ataca a América Latina
Según la base de datos Numbeo, comprarse una «pola» en la capital de Colombia, Bogotá, ya sea en el supermercado o en un restaurante, puede costar menos de la mitad que en Montevideo, Uruguay. En Santiago de Chile, un restaurante puede cobrar en promedio unos 3,36 dólares por una cerveza de 0,5 litros/17 onzas, frente a 1,27 dólares en una tienda convencional.
En la Ciudad de Panamá y la Ciudad de México, tomar un par de cervezas fuera de casa puede suponer tener que aumentar el presupuesto, ya que los precios son casi el doble que en los supermercados. Por el contrario, en Santo Domingo en República Dominicana, San José, Costa Rica y La Paz en Bolivia, la diferencia entre una cerveza en un establecimiento gastronómico o en una tienda local es de apenas unos centavos.
El aumento de los costos de las materias primas, como el petróleo, y de distintos tipos de alimentos, empuja al alza los precios. Es un problema que se replica también en otras zonas del planeta. En lugares tan alejados como Chile y Argentina, Panamá o EEUU, la ciudadanía ya salió a las calles a exigir medidas. Unas que permitan menguar el impacto de unos precios que suben más allá de la velocidad con que aumentan los salarios.
En América Latina, además de Venezuela y Argentina, que sufren problemas inflacionarios que ya podríamos calificar de crónicos, los países más afectados hasta el momento son Brasil, Chile y Paraguay. En esos casos podría deberse a una suma de factores externos e internos.
Por ejemplo, en Chile la inflación aumentó primero por los retiros de miles de millones de dólares de los fondos de pensiones. Los expertos aseguran, que sirvieron para recalentar la economía. Ante la presión inflacionaria, en julio, el Gobierno anunció una serie de medidas, como la entrega de un bono de 130 dólares a las familias más vulnerables.
Ecuador y Bolivia son las excepciones. En el caso boliviano, la inflación anualizada llega a 1,41 por ciento. Existe allí, una política económica del gobierno por cuidar el mercado interno, lo que significa cuidar las variables que controlan la inflación. Por ejemplo, el banco central maneja un tipo de cambio estable hace casi 15 años.
Hay una intervención también con subsidios al combustible, que cuesta 50 centavos de dólar. En este caso, los diferenciales inflacionarios, los asume el estado, que gira fondos gracias a las reservas que ahorró de los tiempos de bonanza. Esa política, empero, no es sostenible. Pero, por ahora, es un salvavidas que muchos países de la zona, no tienen.